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Bienvenidos

Nos place en gran manera compartir con ustedes nuestra herencia, nuestro amor  por el pueblo de Dios, y nuestras formas distintivas de hacerles partícipes de la palabra de Dios, la adoración, y ministración de los santos sacramentos en el orden del servicio o culto del que han de formar parte durante su presencia entre nosotros.

Esta sección es para ayudarles a entender y apreciar los símbolos que se hallan alrededor de nuestro templo, el servicio, y el ritual de la liturgia cristiana de que serán partícipes. Por tanto, “¡Alcemos nuestros corazones y mentes al Señor, quien vive y reina por siempre y siempre!

Sus Servidores

La primera responsabilidad en el planeamiento y ejecución del servicio es asumida por nuestro pastor líder o sacerdote, como también se acostumbra llamar a nuestros ministros ordenados. Con la ayuda de otros clérigos, incluyendo diáconos, nuestro pastor preside el culto, normalmente proclama la Palabra, consagra los elementos eucarísticos (pan y vino), y lidera la ministración de los mismos asistido de los demás servidores en el altar, conocidos como acólitos.

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Pastor o Sacerdote

Entre otras responsabilidades específicas del pastor se incluye, mas no se limita a ello, el velar y supervisar el desarrollo espiritual y moral de la feligresía a su cuidado. Con la asistencia de un cuerpo parroquial administrativo que denominamos el “Vestry”, el Ministro procura y asegura la buena y sana administración económica de la iglesia. También, el pastor provee a su grey de consejería espiritual, matrimonial y pre-matrimonial, intervención de crisis, ministración y visita a los enfermos, así como el diseño y ejecución del programa de educación cristiana de la parroquia.

Church members sitting in a church. The

Miembros de la Iglesia

El personal que sirve durante nuestros servicios está compuesto de talentosos miembros de la iglesia al servicio de Dios y su pueblo. Estos servidores participan en el servicio leyendo las lecturas bíblicas del día, dirigen la Oración de los Fieles, o sirven como ministros laicos en la ministración de los elementos eucarísticos.

Praise and worship ministry team singing in a traditional looking church. They're holding

Equipo de Adoración

Los himnos y/o cánticos especiales, así como la música instrumental, están a cargo de un equipo de adoración talentoso especialmente entrenado para ello.

Lo que ha de ver 

La procesión y la cruz

 

Cada domingo, y en otras festividades litúrgicas distribuidas en el año eclesiástico, una procesión marcada con el elemento distintivo de una cruz al frente anuncia el inicio de nuestro servicio de adoración y la Eucaristía o Santa Comunión. La entrada de la procesión al santuario va acompañada de un himno o alabanza de entrada al tiempo que la congregación se pone de pies en expectante reverencia. La  marcha esta encabezada por un acólito quien porta una cruz de significante tamaño, seguido de los que han de ministrar durante la Eucaristía, tales como los lectores de las escrituras, los diáconos, el sacerdote o pastor líder, y el Obispo, si se encuentra presente. (Dependiendo de la ocasión y la parroquia particular, en frente del portador de la cruz puede ir el portador del incienso humeante, o turífero–por lo general un acólito adulto.)

 

La iglesia de Cristo está abierta a todas las personas que en penitente búsqueda se acercan al altar divino buscando sanación, paz, y la reconciliación con Nuestro Señor y Padre de todos. Idealmente, el grueso de los congregantes debería tomar parte en nuestra procesión hacia el Santuario. Sin embargo, limitaciones como el tiempo y el espacio por lo general impiden que todos los congregantes participen en dicha procesión. Por lo tanto procuramos que los que toman parte en la procesión sea un grupo representativo del toda la congregación, recordando que nadie podría entrar a la presencia de nuestro Señor a no ser por la gracia de Dios en su acto salvífico por excelencia, el sacrificio sustitutorio de Cristo en la cruz. Es ahí la razón del elemento simbólico de la cruz encabezando la procesión de entrada al santuario y su ubicación en el altar mayor.

 

Podrá notarse que en las ocasiones en que el personal que sirve en el altar pasa o se acerca a dicho objeto, o frente a la cruz, los mismos hacen un gesto de reverencia inclinando sus cabezas. Dicha acción no implica una reverencia al los objetos en sí mismos sino a Nuestro Señor y Salvador que se ofreció a sí mismo en una cruz en lugar nuestro.

 

La cruz procesional es colocada de frente a la congregación en un lugar estratégico en la plataforma superior donde descansa el altar desde donde se oficia el servicio eucarístico.

 

La composición del altar

 

En la foto que aquí exhibimos se aprecian varios elementos: Una cruz, dos velas encendidas, un libro que contiene el leccionario del Evangelio colocado allí en su debido momento por el diacono,  y un manto o mantel de un color particular que varía conforme a la estación del año cristiano. De frente, a la izquierda, se encuentra el púlpito con una biblia abierta, desde donde se lleva a cabo las lecturas bíblicas, se conduce la oración común y participativa de los fieles, y se proclama la Palabra (homilía). Los colores dominantes en el altar representan la estación del año litúrgico en curso. Durante la estación de Adviento, al margen derecho de la plataforma donde se encuentra el altar, se coloca un cirio mayor acompañado de otros menores que se encienden en orden secuencial cada domingo de la estación.

 

La cruz

 

Como hemos dicho, sabemos acerca de la cruz en la cual Jesús, de forma voluntaria entregó su vida a fin de reconciliarnos con su Padre. Y a través de los siglos, desde los orígenes del movimiento cristiano, los seguidores del Señor hemos visto la cruz como uno, o sino el principal y más reconocido símbolo de la cristiandad. En muchas iglesias católicas romanas un crucifijo antes que una cruz es parte del área que ocupa el altar de esos santuarios.  El crucifijo nos recuerda el día de la Pasión del Señor (Viernes Santo) y el sobrecogedor sacrificio del Cordero de Dios en expiación de los pecados del mundo. La figura de Cristo sobre el crucifijo debe ayudarnos a enfocarnos en el costo de nuestra redención.

 

Por otro lado, en nuestras iglesias y sus altares la cruz se encuentra de forma plana. La figura del cuerpo de Cristo está ausente porque la cruz que llevamos se enfoca en la resurrección y el hecho histórico de que Jesús derrotó a la muerte y ahora vive eternamente a la diestra del Padre intercediendo por todos nosotros.

 

Además, el uso simbólico  de la cruz en la procesión antes descrita nos recuerda que estamos llamados a seguir a nuestro Señor tomando nuestra propia cruz. (Mt.16:24-25) En adición la cruz nos señala el significado de las palabras en labios del sacerdote, “Cristo nuestro Pascua ha sido sacrificado por nosotros.”

 

La persignación o señal de la cruz

 

Desde el segundo siglo, los cristianos han tenido por costumbre hacer la señal de la cruz marcándola en sus pechos. Es decir, tocándose con la mano derecha desde la frente al pecho, al hombro izquierdo, y hacia el hombro derecho. O, en las ocasiones indicadas, con sus dedos al aire el sacerdote hace lo mismo, como una invocación de la Santísima Trinidad. Esta señalización reza: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.”

 

Dicho símbolo indica la fuente de nuestra salvación –la obra redentora de Cristo en el Calvario –y a la misma vez indica la señal con que se nos marca como hijos del Señor en el Bautismo. Al toque de nuestra frente, el pecho, y hombros se nos recuerda que Cristo ha redimido nuestra mente, corazón, y nuestras acciones. De igual modo al anuncio del Evangelio cada semana, usted podrá notar que hacemos la persignación o señal de la cruz sobre la frente, nuestros labios, y el pecho. La intensión detrás del símbolo tiene dos fines, estamos pidiendo al Señor que limpie nuestras mentes, nuestras palabras, y nuestros corazones, especialmente cuando nos preparamos para escuchar el Santo Evangelio. También pedimos que la Palabra de Dios, al ser proclamada en el Santo Evangelio, gobierne sobre nuestra mente, el corazón, y conducta. Como con el uso de cualquier símbolo, el mismo podría convertirse en un ritual vacío, más cuando se hace con verdadera humildad, bajo la autoridad y protección de las escrituras, este símbolo viene a ser una poderosa afirmación de a quién obedecemos y seguimos.

 

Las velas y candelabros

 

Las velas u otras formas de “luz natural” como lo son las lámparas de aceite han sido usadas en el culto a nuestro Dios desde el inicio del periodo del Tabernáculo. En el libro de Éxodo 25, el Señor dio a Moisés las instrucciones específicas para la construcción de los candelabros sobre los cuales reposarían las lámparas alrededor del Tabernáculo. Las luces del Tabernáculo no eran velas en la forma que le conocemos hoy, sino lámparas similares a las luces de alcoba portando una pequeña mecha inmersa en el aceite de la que emanaba una luz tenue. Éxodo 27 comanda a los israelitas a traer el más puro aceite de oliva para usarse en las lámparas descritas. “Aarón y sus hijos mantendrán las lámparas encendidas  ante el SEÑOR desde la noche hasta la mañana. Esta será una ordenanza permanente entre los israelitas de generación a generación.” (Ex.27:21)

 

En la iglesia primitiva las velas no se colocaban directamente sobre el altar. Más bien estas eran colocadas sobre estantes situados a los lados del altar o eran sostenidas por asistentes. Esta práctica era consistente con las usadas en el culto del Templo de Jerusalén donde los candelabros eran colocados cerca más no directamente sobre el altar.

 

En el culto eucarístico las velas nos refieren a Cristo quien es la “Luz del Mundo.” (Juan 1:9-13; 8:21). Igualmente, la referencia de Simeón con respecto al Señor afirma que Él, Jesús, es “luz para revelación a los gentiles y para gloria de su pueblo Israel.” (Lucas 2:32) Las dos velas sobre el altar implican también un recordatorio visual de las dos naturalezas de Jesús, la humana y la divina.

 

El año eclesiástico o calendario litúrgico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como se puede intuir, la gráfica que vemos más adelante nos presenta las diferentes estaciones de que se compone el calendario litúrgico, también conocido como el año eclesiástico. Debemos indicar que el calendario de la iglesia que se observa no necesariamente coincide con el calendario ordinario que se sigue fuera de la iglesia.

 

Los colores en la gráfica representan cada estación que guarda la iglesia desde sus inicios. De ahí que nuestros templos son “decorados” o revestidos con dichos colores conforme a la estación vigente del calendario de la iglesia. El color de las estolas y otras piezas que portan el sacerdote y los diáconos también corresponde a la estación en curso.

 

Igualmente el año eclesiástico gira alrededor de la persona y obra del Señor Jesús. Comenzando con la estación de Adviento (cuatro domingos antes del día de Navidad –diciembre 25) la iglesia recuerda los importantes eventos en la vida de Cristo. En este tiempo del año nos preparamos y celebramos la Navidad (Christmas) y los eventos alrededor del nacimiento y la dedicación del niño Jesús. En el día de Año Nuevo conmemoramos la presentación de Jesús en el Templo, que fue el día que se le nombró y fue dedicado a Dios. [Ocho días desde el nacimiento del Señor. Los Judíos cuentan la fecha actual del nacimiento en el primer día]  El décimo segundo (12th) día después de Navidad, la Epifanía (6 de enero), recordamos la visitación de los Reyes de Oriente –festividad de Reyes, cuando Jesús, la luz del mundo, es visto por primera vez y acogido por los Gentiles representados por los Magos de Oriente,  como también se les conoce. Las lecturas del Evangelio, entre Navidad y el inicio de Cuaresma (Lent) son tomadas a raíz de los eventos que acontecieron en la parte temprana de la vida y ministerio del Señor.

Cuarenta y seis (46) días antes del Domingo de Resurrección (Easter Day), en el Miércoles Santo o Miércoles de Cenizas, iniciamos una nueva estación de preparación. Debe notarse que, técnicamente, los domingos no forman parte de la Cuaresma, la que por tanto cuenta oficialmente de 40 días. Este período culmina con los eventos de Semana Santa que se inicia el Domingo de Ramos, procediéndose con el Jueves Santo (y la institución de la Cena del Señor), Viernes Santo (el juicio, muerte y sepultura de Jesús), La Vigilia de Resurrección, y finalmente, el Domingo de Resurrección.

 

Cuarenta (40) días después del Domingo de Resurrección toma lugar el Día de Ascensión cuando Jesús es tomado para ocupar su lugar a la diestra de su Padre, evento que fue observado por los discípulos. Instruidos por el Señor con La Gran Comisión, pero no claros con respecto a su implementación, los discípulos se retiran por 10  días en preparación para la llegada del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, la festividad Judía así nombrada.

La porción festiva en el calendario de la iglesia es a veces descrita como la temporada en que se celebran los eventos en la vida del Señor y por tanto se le marca con varios colores distintivos para recordarnos la vida de Nuestro Salvador. La parte no festiva del año de la iglesia se enfoca en las parábolas y enseñanzas de Jesús. El color predominante durante esta mitad del año es el verde, y la mayoría de las lecturas apuntan a las necesidades de los redimidos, mientras que la parte festiva apunta al Redentor.

 

La segunda mitad del calendario de la iglesia, o “parte no festiva,” a veces se enfoca en las enseñanzas del Señor. Esta porción del año comienza con el Domingo de Trinidad [primer domingo después de Pentecostés] y termina con la fiesta de Resurrección el domingo antes del comienzo de Adviento.  Esta segunda mitad del año eclesiástico ayuda al creyente a crecer en entendimiento y valoración del llamado de cada uno de nosotros a ser discípulos comprometidos del Señor Jesucristo.  Las lecturas para esos domingos, especialmente de los Evangelios, nos enseñan las mismas palabras y lecciones que han sido usadas por la iglesia a través de su historia. En una línea contínua, desde el Señor hacia sus discípulos, y desde ellos a cada generación sucesiva, somos alimentados con la Palabra de Dios hecha viva y aplicable, al tiempo que permitimos al poder del Espíritu Santo habitar en nosotros y dar vida al texto y sus enseñanzas en nuestros corazones.

Los colores en el calendario

Distintos colores son usados en diferentes formas y ocasiones para transmitir  mensajes de interés. El uso de colores en las banderas, por ejemplo, identifican a una nación y aún el costo de su identidad nacional, la lucha, y el costo de su independencia: el rojo, la sangre; el verde, esperanza; el blanco, libertad, pureza, etc. De igual modo los colores usados para identificar las estaciones y puntos cruciales en el calendario cristiano indican el sentido y énfasis de la festividad o no del periodo que se observa. Podemos aún “sentir” y recordar los importantes eventos en la vida del Señor y su misma iglesia. Dios mismo designó ciertos colores para ser usados cuando dio a Moisés las instrucciones para la construcción del Tabernáculo. (Ex.26:1; 36:8) Por muchos siglos, la iglesia ha usado ciertos colores durante estaciones específicas del año para ayudarnos a entonar nuestra percepción de la verdad espiritual detrás de la festividad o la estación del día.

Blanco

 

Interesantemente, el color blanco es usado para las mayores festividades relacionadas al Señor Jesús y la Santa Trinidad. Usted podrá ver el blanco, símbolo de pureza y libertad, gozo y verdad, a menudo acompañado del color oro, el color de la realeza. El blanco es también usado en muchas festividades de santos mártires, el Día de la Independencia; Acción de Gracias; y a menudo en servicios funerales.

 

Rojo

 

El rojo, como el fuego, nos recuerda la llegada del Espíritu Santo y se usa prominentemente en Pentecostés; en servicios de confirmaciones, y en ordenaciones, cuando el llamado del Espíritu Santo es reconocido y afirmado. De igual modo, un rojo intenso simboliza el sacrificio de la vida de un mártir y nos llama a recordar el sacrificio de Jesús y su sangre derramada en lugar nuestro.

 

Verde

 

El verde trae a nuestra percepción esas estaciones cuando se siembra y las plantas crecen y maduran. El verde ha sido siempre asociado con la creación; nueva vida y su desarrollo, y es usado durante el periodo ordinario de año litúrgico o no festivo después de la Epifanía y entre el Domingo de la Trinidad y el final del año eclesiástico.

 

Púrpura

 

El púrpura es el color de expectación y penitencia, prominente durante la Cuaresma y Adviento. Sin embargo, algunas iglesias usan el azul oscuro en Adviento para distinguirlo del periodo de Cuaresma, donde usamos el púrpura propiamente para enfocarnos profundamente en el sentido de penitencia y arrepentimiento.

 

Negro

 

Este es color usado para manifestar pena y dolor, el cual se ve menos frecuentemente en la mayoría de las iglesias. En los servicios fúnebres ahora se tiende a celebrar la vida del difunto antes que el pesar por su partida de entre nosotros, y por consiguiente el color negro está siendo sustituido por el color blanco. No obstante el Negro es todavía usado en Viernes Santo, pero el rojo oscuro también es permitido en esa ocasión en lugar del primero.

 

Rosado

 

El rosado es una mezcla entre púrpura y el blanco, y marca el punto intermedio entre Adviento y Cuaresma. Aquí recordamos  el regocijo que el tiempo de preparación o arrepentimiento está por mitad de ser completado y nos motiva a continuar hacia adelante para alcanzar nuestra meta. Usted notará que la tercera vela encendida en Adviento y la bandera en el tercer peldaño son ambas de color rosa.

Conclusión

 

Como vemos, nuestra herencia cristiana está repleta de ricos símbolos. Dios mismo ordenó que su tabernáculo, y luego su templo, estuviesen llenos de objetos que nos deleitan y enriquecen el culto de su pueblo.

 

Esperamos que esta breve introducción de bienvenida les sirva de motivación a cada uno de ustedes que adoran junto a nosotros a sentirse bien y que su fe pueda ser enriquecida en nuestro medio. En fin, esperamos que todo lo que se hace en nuestra iglesia sea de alabanza, honor, y gloria a Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo ahora y por siempre. ¡Amén!

 

Finalmente, y para una “cosmovisión” de lo que se podría resumir como la “fórmula de fe” de ACNA RD, aquí le presentamos lo que creemos y cree la iglesia cristina, el Credo de Nicea, 325 DC. (Igualmente sustentamos y usamos simultáneamente el Credo de los Apóstoles).

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